lunes, 18 de febrero de 2008

Capitulo2: primera entrega

Ya habían pasado dos semanas desde aquel incidente terrible de la sastrería, y las cosas en el país habían cambiado radicalmente. Nadie podía imaginar que esto llegara a ocurrir. Las manifestaciones y los actos violentos se seguían sucediendo por todo el país y siempre por parte de los mismos y contra los mismos. Los que los provocaban, el NSDAP, los que los recibían, pues los de siempre, Judíos y los que ellos llamaban genéricamente Marxistas. En el grupo de los “Marxistas”, entraban comunistas pro- rusos, anarquistas, socialistas moderados, y simplemente gente demócrata que por la posición que ocupaban, les estorbaba y se lo sacaban de en medio con la única acusación de “Marxista”. La cúpula directiva del partido nunca admitió estar detrás de los ataques, y en cambio se dedicaba a decir que el gobierno había perdido las riendas del estado, que ellos serían capaces de controlar la situación. Von Hindenburg se vio obligado a pactar con Hitler debido a la fragilidad de su gobierno, y el 30 de Enero ocurrió lo que muchos temían y nadie quería creer. Adolf Hitler fue nombrado Canciller y las revueltas y atentados del NSDAP, terminaron casi de manera radical en el momento en que el nuevo canciller promulgó leyes excepcionales para mantener controlada a la población. Lo primero que hizo el Canciller después de declarar el estado de excepción fue disolver el parlamento y convocar elecciones.
Todo esto pasaba mientras yo no dejaba de leer a Marx, Bakunin y Trotski. No hice caso de lo que mi padre me dijo, y pese a que Herrman al principio no quería que desobedeciese a mi padre, en el fondo estaba encantado de que un chico con mi juventud se mostrase tan interesado y apasionado por cambiar el estado del bienestar en que se encontraba instalado el país en particular, y la sociedad mundial en general. En esos días antes del encuentro de las células anarquistas que se iba a celebrar en la ciudad, yo no hacía otra cosa que preguntarle a Herrman sobre las acciones que se debían llevar a cabo para conseguir los objetivos descritos por los ideólogos, y debido a mi ansiedad, me llevé alguna regañina por parte de Herrman. Él no dejaba de recordarme que esto no era una aventura de una novela de Jules Verne, que no era un juego, que lo que querían realizar desde el sindicato era un cambio profundo en la comunidad alemana, acabar con la injusticia social. “¿No será un capricho de niño bien?” fue la pregunta que mas me repitió en esos días, para mi enojo cada vez que me la realizaba por supuesto.

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