sábado, 26 de enero de 2008

Capítulo 1: Octava entrega

Herrman se levantó ayudado por mí y le dijo con lágrimas de rabia en los ojos:
-Pues con la actitud que está teniendo demuestra no ser muy diferente.
-No te equivoques hijo, si yo os digo que no os signifiquéis políticamente, es únicamente para protegeros. Ya veis que a esta gentuza no se le puede llevar la contraria, están cegados por el odio, y son capaces de cualquier cosa para llegar el poder.
-Proteja a su hijo, pero a mi déjeme en paz. Yo sé donde me meto, ya soy mayorcito.- Le replicó Herrman
-Tienes razón, no puedo amputarte tus ideas, es más, jamás se me ocurriría algo así, pero lo que si te puedo pedir es que aquí seas discreto y que no le metas esas ideas a mi pequeño, es muy joven todavía.
El espigado empleado de mi padre se había quedado sin habla al ver la cara de resignación con la que le miraba. Su rostro reflejaba arrepentimiento y a la vez pavor. Arrepentimiento por haber castigado de esa manera al bueno de Herrman, y pavor por que no le pasara a su carpintería lo mismo que a la sastrería judía.
Mi padre se encerró en el despacho, y aunque jamás lo admitiría, se que estuvo llorando. Al poco rato, salió ya cambiado de ropa y dijo que se iba a casa. Iba cabizbajo, con el rostro entristecido y los brazos que le colgaban como badajos de una campana. Durante un buen rato, Herrman y yo apenas cruzamos palabra, pero después de un par de horas trabajando sin descanso, mi compañero sacó el paquete de tabaco y me ofreció uno. Yo lo cogí y le dije que si nos sentábamos un momento.
-Ya me he terminado el libro, es interesantísimo- le dije yo
-¿¡Ya!?-exclamó impresionado- No hacía falto que corrieras tanto.
-Es que no pude parar hasta que no terminé la última página. Es apasionante, me ha hecho replantearme todos los valores que mis padres me habían inculcado.
-No deberíamos hablar de esto Rudolph, ya has oído a tu padre. Y en el fondo tiene razón, tú eres muy joven y tal y como está el país hoy en día hablar de estas cosas es muy peligroso. Esos energúmenos del NSDAP cada vez son más, y no se detienen ante nada.- Me interrumpió él
-Pero Herrman, no me puedes decir eso, algo dentro de mí se ha despertado, y no puedo frenar las ganas de saber más sobre esas ideas. Si tú no me quieres contar mas ya encontraré a quien lo haga. Además, parece mentira que seas tú quien me quiera prohibir, tú que antes te has enfrentado con mi padre por la misma razón, tú que has leído a Bakunin, que eres seguidor suyo. ¿No es él el que dice que nadie debe gobernarnos, que el pueblo debe decidir su futuro y que nadie está autorizado para decidir sobre lo que está bien o lo que está mal?
-Tienes razón, yo no soy quien, pero respeto a tu padre. Y no le falta razón, todavía eres muy joven para meterte en política. No te puedes comparar conmigo, yo tengo ocho años más que tú y llevo seis en el sindicato. Allí nos ayudamos unos a otros, tenemos infraestructuras preparadas para darnos cobertura y sabemos que las acciones que llevemos a cabo pueden tener consecuencias graves, que podemos acabar detenidos o algo peor.
-Ya sé que no me puedo comparar contigo- le dije un poco ofendido- pero solo quiero saber más, no estoy pidiéndote nada tan grave. Déjame mas libros, cuéntame más cosas sobre como queréis llevar a cabo la revolución.
-Está bien, pero no se puede enterar tu padre,- dijo resignado con una sonrisa en el rostro- La semana que viene hay una reunión de delegaciones de varias ciudades cercanas, va a ser muy interesante. Pero es por la mañana, y tú vas al colegio.
-No te preocupes, ya me las arreglaré para saltarme las clases sin que se entere mi padre.
-No sé porque, pero seguro que me acabo arrepintiendo de esto.- Dijo él mientras me rodeaba la cabeza con su brazo y con el otro me la rascaba con los nudillos.

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