viernes, 25 de enero de 2008

Capítulo-1: segunda entrega

El mapa europeo era desolador para los que como yo amamos la libertad. Los fascistas dominaban Alemania, Italia, Países Bajos, Francia (donde todavía quedaban algunos focos de resistencia), España, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Rumanía, Hungría, Bulgaria, Austria, Grecia y Turquía. En el continente europeo solo quedaba Suiza, que en un principio se declaró neutral, pero que cuando se vio amenazada no se lo pensó dos veces y se plegó a las órdenes de Il Duce, los países nórdicos, que no tardarían en pactar su rendición con El Eje, la URSS, que seguía resistiendo con las fuerzas hispano-alemanas a las puertas de Moscú, y las islas británicas que eran las que más resistencia estaban oponiendo. Londres estaba siendo bombardeado día si día también, pero Hitler no se decidía a hacer entrar sus tropas terrestres en Inglaterra. Ni el ejército, ni el pueblo británico estaban dispuestos a entregar la cuchara sin antes luchar hasta la extenuación.
Si el panorama europeo era escalofriante, en el resto del planeta la cosa no era mucho más alentadora. El Nordeste asiático estaba totalmente dominado por el emperador Hirohito. Si bien en el primer momento Japón solo quería la ayuda bélica de los fascistas europeos para derrotar a EEUU, Hitler y Mussolini fueron tremendamente convincentes en su argumentación. Al emperador no le quedó nada más que plegarse y poner al servicio de los grandes dominadores de Europa todas sus tropas y sus recursos. Decenas de submarinos rodeaban el archipiélago nipón, cargados con unas nuevas armas muchísimo más destructivas que las convencionales, las que se empezaban a conocer como armas atómicas. Eran bombas que al explotar unían al poder destructivo de la propia explosión, la liberación de una cantidad impresionante de energía nuclear que contaminaba por un largo periodo de tiempo una gran parte del territorio circundante con la radioactividad desprendida por los elementos químicos que componen el arma en cuestión. El Emperador comprometió su fuerza naval y aérea en el ataque a Norteamérica, y a cambio pidió recibir apoyo de los fascistas en el frente que quería abrir en el sudeste asiático y sobretodo en China. Alemanes e italianos accedieron y pusieron a sus estrategas a trabajar en la operación de pinza que iba a atrapar a los soviéticos entre dos frentes. Si el Pacífico estaba prácticamente dominado por los japoneses, (con la inestimable ayuda del eje europeo) el Índico apenas opuso resistencia. Las fuerzas de Australia estaban prácticamente en su totalidad en continente europeo, pues no cabe pasar por alto la fidelidad a la corona inglesa por parte de estos. Los nipones no tardaron en hacerse con el control de toda Oceanía, pero como pasaba con todos los territorios ocupados por el ejército Japonés, el régimen que se intentaba imponer (no sin problemas) era el Nacional Socialista, y como se verá más adelante, se conseguirá en la totalidad del planeta, salvo en los que no era necesario, véase España e Italia por ejemplo. Incluso en Japón se derrocaría al emperador una vez terminada la guerra, pero antes de que eso sucediese, ya se obligó al ejército a lucir la esvástica en sus uniformes y en su material bélico.

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