sábado, 26 de enero de 2008

Capítulo 1: Sexta entrega

. Terminaron las horas lectivas y fui corriendo a casa para comer y echarme un rato antes de ir al taller. Comí en apenas diez minutos el plato que había preparado mi madre y me tumbé en mi cama, pero el nerviosismo no me dejó pegar ojo. Ese libro había cambiado mi vida, y tenía la sensación que lo que iba a ocurrir a partir de entonces no iba a tener nada que ver con la plácida vida que mis padres habían planeado para mi, en un bufete de abogados, siempre con las manos limpias y bien vestido. No sin tener que luchar en la vida, pero sí sin tener que pasar los apuros que ellos pasaron en un principio. Después de relajarme en la cama por espacio de una hora a eso de las cinco salí hacia la carpintería con unas ganas tremendas de encontrarme con Herrman. Pero antes de llegar, a dos manzanas del taller, vi a mucha gente corriendo hacia mi entre una espesa humareda. ¿Qué debía estar ocurriendo? Un poco asustado me escondí en un portal, a esperar que pasara la muchedumbre. Una vez hubo pasado todo el gentío, salí de mi escondrijo, y me dirigí hacia el lugar de donde provenía el humo. Me metí entre aquella niebla sin saber muy bien que era lo que me podría encontrar, y cuando estaba llegando al foco del incendio, tropecé con algo y debido a la velocidad a la que estaba corriendo, me di de bruces con los adoquines. Como pude me levanté, y me giré para ver qué era lo que me había hecho caer. Maldita sea la hora en que decidí darme la vuelta, me encontré delante de un cuerpo bañado en su propia sangre, bocabajo y que se movía de una manera espasmódica que daba pavor. De la impresión, me caí de culo, e intentaba recular, cuando de repente noté que unos brazos tiraban de mí hacia atrás, mientras me gritaban que me tranquilizase, que ya estaba a salvo. Yo me había quedado paralizado por esa imagen, y allí me encontraba yo, sentado en la acera, con una manta sobre la espalda, y con esa imagen grabada a fuego en mi mente, mientras los bomberos realizaban su trabajo. Así estuve no se cuanto tiempo, hasta que uno de los bomberos me levantó y me preguntó que si quería que me llevasen a un hospital. Yo le dije que no era necesario, y le devolví la manta. En ese momento, comencé a reaccionar y mis ojos fueron capaces de volver a enfocar de manera correcta. El incendio había sido sofocado, y por fin pude ver lo que se había incendiado. Resulta que era una sastrería, una simple sastrería que había sido asaltada por no menos de cincuenta personas, ¿Cuál era la razón? Pues la verdad es que no lo tuve claro hasta el momento en el que vi una pintada que adornaba la pared de la sastrería. “MUERTE A LOS JUDÍOS” y una esvástica debajo es lo que ponía la pintada. Ahora todo cobraba sentido, era uno más de los actos llevados a cabo por el NSDAP, el partido ultranacionalista que decía que los grandes culpables de la crisis económica y de la gran tasa de desempleo eran los Judíos, que solo se preocupaban de amasar riqueza, y los Marxistas, que querían que triunfase la revolución obrera e instaurar la dictadura del proletariado, aboliendo de esta manera toda la propiedad privada. El NSDAP decía no estar detrás de ninguno de estos actos violentos, (cosa que era totalmente falsa) pero no solo no las condenaban, sino que decían entender la reacción del pueblo, ya que las instituciones no hacían nada por solucionar los problemas que ellos denunciaban un día tras otro.

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