viernes, 25 de enero de 2008

Capítulo-1: tercera entrega

Una vez explicada cual era la situación en la que se encontraba el conflicto, que países formaban los bandos y elaborado un pequeño mapa de cómo se encontraban los diferentes frentes entre finales de 1.941 y mediados de 1.942, creo que puedo comenzar mi relato.
Comenzaré presentándome, me llamo Rudolph, nací por causas del azar en Varsovia (Polonia) en 1.916, aunque me crié en Berlín. Mi padre, Rudolph, trabajaba en una pequeña carpintería de su propiedad en el centro de Berlín. Hay que decir que el negocio no funcionaba mal, por lo que la situación económica que disfrutábamos era bastante cómoda. Mi madre, Sarah, se ocupaba de la casa y de mi hermana Ana y de mí. Mi hermana era tres años mayor que yo, y como siempre decía mi madre, era la única guapa de la familia. Vivíamos en un piso muy amplio en pleno centro neurálgico de la ciudad. No se podía decir que fuésemos ricos, pero entre lo que daba la carpintería, y la herencia que mis abuelos maternos le habían dejado a mi madre, si que se podía decir que estábamos asentados en la burguesía. Mi padre cada vez trabajaba menos con las manos y más con la cabeza, había contratado a dos jóvenes ayudantes, y el cada vez se dedicaba más a la contabilidad. Cuando contaba con 16 años, mi padre me puso a trabajar por las tardes en la carpintería, sin que por ello dejara los estudios, pues mi padre quería hacer de mí un abogado de prestigio. Corría el 1.933, eran tiempos de crisis y la situación social en Alemania era convulsa. Las revueltas populares y las huelgas se sucedían. Estaban respaldadas y organizadas por el grupo parlamentario más fuerte en ese momento, el NSDAP, y por su líder Adolf Hitler. El año anterior Hitler había sido derrotado en las elecciones de marzo por Paul von Hindenburg, pero no se resignó, y estaba intentando derrocar como fuese el gobierno de Hindenburg. Después de tantas revueltas y tanta violencia callejera, consiguió que Hindenburg pactara con él debido a la debilidad de su gobierno. Por mi parte, yo estaba empezando a politizarme pese a mi corta edad. Uno de los empleados de mi padre, con el que al principio tuve fuertes enfrentamientos a causa de mi condición de hijo del patrón, era militante de un pequeño sindicato anarquista que seguía las enseñanzas de Mijaíl Bakunin. Mi padre se mantenía bastante al margen de la política, pero últimamente se había implicado un poco más y sus ideas cada día que pasaba se escoraban más hacia la izquierda. El pánico que le provocaban las palabras de Hitler, y el que pudiera asumir el mando, le hicieron significarse más. Al principio de yo entrar en la carpintería, me aconsejó que no le hiciera mucho caso a Herrman, que sus ideas no conducían a nada más que a futuros problemas, pero sin embargo el no hacía más que mantener discusiones políticas con él. Para un chaval como yo, que mi padre me prohibiera hacer algo que él hacía a diario sin esconderse, era como incitarle a hacerlo, además, ¿que podía tener de malo decirle a Herrman que me explicase mas sobre esas teorías idealistas de derrocar todos los gobiernos y que todo el poder residiera en el pueblo?. Herrman es un tipo muy especial, es un joven de 25 años espigado y prácticamente albino. Tiene la cara llena de marcas del acné, aparenta mucha menos edad de la que tiene, fuma como una chimenea y siempre está hablando de que llegará el día de los obreros. En un principio seguí los consejos de mi padre, pero un día llegué tarde a trabajar, y me encontré a Herrman vagueando en una esquina, con una colilla colgando del labio inferior y leyendo un libro. Al verme saltó de su taburete, cerró el libro y se quitó la colilla.

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